lunes, 12 de octubre de 2015

EUGENIO ASENSIO, doctor en Filología Hispánica, escritor español

Asistí (en Barcelona) a la presentación de TIZA, novela de Eugenio Asensio. Nuevamente de la mano de Inma, mi amiga y poeta, que me advirtió que conocería a un escritor de primera. 
Inmediatamente me llamó la atención donde se llevaría a cabo el evento: Arenas, un complejo comercial que fue una plaza de toros. (Pese a lo que muchos españoles piensan, me alegro cada vez que veo que se cierran estos lugares de tortura taurina y se abre paso a algo nuevo. Aquí han hecho un centro comercial, lo cual da trabajo a muchas personas que podrían estar desempleadas ahora.)


En el subsuelo hay algunas tiendas más, una cafetería y una librería enorme donde tuvo lugar la presentación. Llegamos temprano y nos dispusimos a tomar algo, allí coincidimos con el autor y otros escritores que hablarían sobre su novela publicada por la Editorial Playa de Ákaba. Si, en ese instante, me hubieran preguntado: - ‘¿Qué profesión crees que tiene?’ No hubiera dudado en decir que era profesor. Y no me hubiese equivocado.


La presentación fue amena e instructiva sobre la obra de este escritor. Con alegría pedí que me firmara mi ejemplar y luego fui a casa a leerlo, a ver en qué fallaban tantos elogios.

Debo decir que no hubo fallos, la novela TIZA de Eugenio Asensio es una joyita literaria. Como dice Jorge Gamero: “Esta novela tenía que publicarse.”


Arenas, centro comercial.
Lo difícil de mi trabajo, en este momento, es transmitirles cómo es la novela, de qué se trata…porque no puedo encasillarla más que como “novela brillante”.

¿Dicen que novela negra? Algo tiene de eso. Aunque no hay un héroe, no hay víctimas, no hay un final con conclusión de trama… en realidad, disfruté tanto leyéndola que todo eso es lo de menos y eso me pasa con buena literatura, esa literatura que podría ser un clásico moderno. Leí a otros comentaristas para ver qué decían y estoy de acuerdo en algunos conceptos como el de “novela desmitificadora”


El supuesto protagonista habla casi desde el subconsciente, tratando de analizar sus pensamientos y lo que sucede a su alrededor. Es un profesor sin expectativas, que no se siente cómodo ni motivado en ese papel, no está identificado como el típico profesor que salva alumnos de la ignorancia, de la calle, de la pobreza monetaria ni intelectual. Solo se regocija en repetir sus lecciones y que la vida le pase monótonamente por encima. Los acontecimientos externos le empujan del mar al sillón, de la escuela al burdel, sin ningún cambio de actitud interna. 


Si lo he tildado de ‘supuesto protagonista’ es porque pienso que un primer actor de una novela debería provocar acciones, sentimientos, llevar la historia adelante. Pero, no es el caso: la historia arrastra a este anónimo y abúlico profesor donde ella quiere.


En todo caso, Héctor (ex alumno encarcelado), el alter ego de su ex profesor, es quien provoca reacciones, pensamientos, reflexiones, sentimientos y hasta le da la oportunidad de recobrar su dignidad olvidada. Pero Héctor se va conociendo más por el monólogo interno y reflexivo de su ex educador que por sus acciones y conversaciones.

Los otros personajes provocan situaciones y sentimientos, que no llegan a cambiar el curso de la historia. Pero que aportan al carácter de este desvaído profesor entre insatisfecho e indiferente ante su vida sin proyectos


Presentación de TIZA
Se puede decir que TIZA es casi una novela negra, aunque no lo sea realmente, tiene algo de intriga y misterio, una cuota de sexo, de frustración conyugal, y mucho de reflexión psicológica. También es -si se me permite- una novela teatral, nos podemos dar cuenta del manejo que Asensio tiene en este género (teatro) cuando los diálogos nos pintan totalmente la situación, sobretodo en el último capítulo: una clase de esgrima verbal, donde ambos protagonistas se revelan a sí mismos y al lector, al tiempo de que se rebelan de su situación en la trama. También cae la daga que pendía en el transcurso de la novela: cómo podemos influenciar en los demás con una palabra en un momento decisivo. Esta conciencia es la que –imagino- marcará a más de un profesor y a más de una persona que pueda tener injerencia en jóvenes y oyentes o lectores. (¿Alguien recuerda el cambio de temática de Neruda? Ocurrió cuando encontraron uno de sus poemas en el bolsillo de un joven suicida)

No voy a extenderme más y no por falta de entusiasmo. Quiero sólo terminar agradeciendo a Eugenio Asensio me permitiese escribir sobre él y me facilitara su material fotográfico, biográfico, etc. Y diré sobre su novela una sola palabra: Magistral.

Mónica Ivulich

Currículum literario

Eugenio Asensio es doctor en Filología Hispánica por la Universitad de Barcelona. Empieza su actividad profesional en 1988 como lector de español en la Università degli Studi de Génova, que abandona cuando gana la plaza de profesor de secundaria, que ocupa en la actualidad como catedrático de Lengua y Literatura Españolas. 


En 1993 publica el libro de relatos, El sueño de los leones, en la editorial Nínfula. En 2001 gana el Premio Internacional de Teatro con la obra La danza de la lluvia, y en 2005 el premio, también teatral, Fatex, con Locus amoenus. Ha colaborado junto a otros dramaturgos en diferentes eventos organizados por la AAT (Asociación de Autores de Teatro), como Teatro contra la guerra (De Bagdad al cielo), en el XIV Salón Internacional del Libro teatral (Balconing) o en los actos de El día mundial de la lucha contra el sida (¡Tengo sida!). También participó en el volumen conmemorativo: Genova per noi, con autores como Antonio Tabucchi, o el premio nobel de literatura, Czeslaw Milosz. También ha participado en el libro: Nueva carta sobre el comercio de libros, publicado por Playa de Ákaba. Últimamente, su relato, Miralles, ha aparecido en la antología Generación Subway, publicada también por Playa de Ákaba. Tiza es su primera novela publicada.


COMENTARIO SOBRE SU ESCRITURA EN ESCRITORES.ORG:


Sábado, 22 de Marzo de 2014 11:58

EUGENIO ASENSIO, TIZA: UNA GRAN EPOPEYA SOBRE EL DESENCANTO
La vida en ocasiones transcurre delante de nuestros ojos como un mero reflejo de lo que somos, hasta que nos ocurre algo y necesitamos saltar al otro lado. Entonces nos convertimos en espectadores de nosotros mismos, como si estuviéramos sentados en el patio de butacas sin querer admitir aquello que observamos, aunque esa película sea la de nuestra propia vida. Y esa incredulidad nos viene porque simplemente no nos reconocemos, como cuando alguien nos graba nuestra voz y al escucharla no somos capaces de identificarla como nuestra, porque la verdadera existencia, esa que no entiende de ir a la compra o visitar al médico, es la que se esconde dentro de nosotros como el mayor de los tesoros al que nadie puede llegar. Esa búsqueda de uno mismo es la verdadera razón de ser de esta novela, Tiza, donde su autor, Eugenio Asensio dota a su protagonista de esa capacidad de dualidad existencial, convirtiéndole en adalid de lo que podríamos denominar como la gran aventura de la reflexión: la propia, la única, aquella que se deposita en la sima de nuestras miserias. Y es ahí, en esa aventura de introspección, donde se encuentra el brillo y el acierto de esta novela, porque quizá, sin quererlo, se comporta en una gran epopeya sobre el desencanto; esa enfermedad que mantiene narcotizada a toda una sociedad preocupada nada más que de sus propias cuitas y sin capacidad de mirar más allá de la pantalla de su teléfono móvil. En este sentido, lo primero que se le viene a uno a la cabeza, a medida que avanza en la lectura de esta novela, es la sombra de Meursault, el protagonista de El Extranjero de Albert Camus, porque Eugenio Asensio proporciona a su profesor de las características de esa pérdida de identidad que nos sumergen en el mayor de los anonimatos universales. Su protagonista, por no tener, no tiene ni nombre, lo que sin duda le ayuda a convertirse en una especie de fantasma que deambula por el mundo, pero al contario que estos, nuestro docente sí es visualizado por los demás en contra de sus deseos, porque él mejor que nadie sabe que esa imagen no se corresponde con su verdadero yo. El narrador, en este caso, utiliza la herramienta de la introspección para desarrollar el alma de su protagonista, y lo hace, cual director de cine, a través de unos primeros planos tan reveladores como incisivos, porque quién no es víctima de sus propias incongruencias, o de esa desgana hacia una vida que no es lo que nos habían prometido. Nuestro existencial profesor, es un hombre sin armas contra su propia desesperanza que, sin embargo, se desenvuelve a la perfección en el terreno de los arrebatos inconfesables que le llevan hasta el mar, su exmujer, la literatura en su plano 

Dedicatoria en su libro.

más amplio, y también hasta su exalumno Héctor, que lejos de ser el leitmotiv de Tiza, es la excusa para montar el resto del decorado. Un montaje, el de Tiza, que nos sumerge de nuevo en el mundo educativo, la herramienta más poderosa que poseen nuestros políticos para manipular a las masas, y que por ello, siempre se convierte en el más peligroso de los instrumentos que adulteran la conciencia colectiva, y quizá también por eso, siempre se halle sumida en un caos perpetuo. Las consecuencias del sistema (educativo y social) se dejan ver en Tiza de un modo atronador, y se cuelan en las rendijas de nuestra retina para desde ahí avanzar hasta el epicentro de nuestro corazón, pues las descripciones que Eugenio Asensio hace del mundo de las aulas son tan demoledoras y tan reales, que le dejan a uno sin aliento. Aquí las sospechas se transforman en certezas; certezas que son como un corte directo a la yugular que nos llevan a preguntarnos cuando dejamos atrás de una forma definitiva las enseñanzas de la Academia de Atenas de Platón y Aristóteles. Con todo, esa es solo la excusa en la que situar a un personaje; un profesor anónimo que ese el álter ego de una sociedad muda y caótica que marcha narcotizada por esa especie de locura colectiva en la que estamos inmersos. Ese nuevo reflejo del caos, está presente en la novela a través de esa huida a los infiernos en la que nuestra profesor intenta trasgredir las normas de su estatus social y las suyas propias, en una especie de vagabundeo por los prostíbulos de Barcelona, que muy bien se podrían asemejar a la sombra del protagonista de ¡Jo qué noche! de Martin Scorsese, pues uno y otro huyen de su propios miedos. Barcelona aparece aquí como una suerte de reflejos indeterminados que casi siempre acaban en el mar, ya sea por esa necesidad de navegar que tiene el protagonista (la eterna huida) o a través del travelling sobre el que se posa la narración en sus descripciones de las sesiones de footing a lo largo de la colinas de la ciudad, o en los viajes en el tren de cercanías pegados a la línea del horizonte. Y como solo de recorridos interiores no vive el hombre, y para que nada le falta a Tiza, la tensión está asegurada a través de unos magníficos diálogos que nos hablan muy bien y mucho de que Eugenio Asensio es un hombre de teatro, y así nos lo plantea en muchas fases de la novela, pero si tuviéramos que destacar alguna de ellas por encima de las demás, habría que decir que el último capítulo de la novela es un compendio de gran domino de las técnicas narrativas. En él está todo: tensión, sospecha, miedo, desamparo o incluso luz; una luz tan intensa que es capaz de iluminar la verdadera razón de ser de un profesor; un rayo de esperanza en esta gran epopeya sobre el desencanto.
Ángel Silvelo Gabriel.

ENTREVISTA: 
GATO TROTERO: 

Una larga trayectoria profesional la que lleva a sus espaldas, Eugenio ¿O es en su corazón donde se guardan los momentos vividos con la palabra como timón y bandera?
EUGENIO ASENSIO: Creo que las alacenas, los baúles o las arcas donde se guardan las palabras se reparten entre el corazón y las espaldas. Diría que uno lleva a cuestas el peso, no sé si considerable, de lo que haya podido materializar; de cualquier modo, siempre es algo tangible y mesurable. En cuanto a lo que se guarda en el corazón, considero que se trata de lo inabarcable, de lo pendiente, de lo que no hemos sido capaces de verbalizar o hemos dejado semiolvidado con intención de encararlo en otros momentos que, tal vez, no lleguen. Cotejando la espalda y el corazón, en el torrente del segundo queda lo ilusionante, así como una eterna promesa a nosotros mismos. Otra aproximación al término corazón (desvinculándolo de evocaciones manidas), ahora uniéndolo a lo ya realizado, lo vinculan a la pasión que hemos querido imprimir, diría que en el esfuerzo de cualquier escritor por intentar transmitir lo que sea capaz entre lo deseado y lo materializado, no puede haber más que corazón en cada palabra, de lo contrario, difícilmente podríamos hablar de literatura. 
Se dio a conocer con un libro de relatos, El sueño de los leones, sin embargo ha conseguido sus mayores logros con el teatro ¿Fue algo fortuito esa incursión en el mundo teatral, o siempre supo que encaminaría por ahí sus pasos?

El sueño de los leones fue mi primera publicación. Se trataba de un libro de relatos que abarcaban un recorrido emocional de algunos años. El libro se publicó en la desaparecida editorial Nínfula, una pequeña editorial con intención de dar salida a algunas de esas voces que no pueden ser silenciadas por la desidia de las editoriales más conocidas. Eso sí que era una editorial alternativa. Sobre la incursión en el teatro, estoy convencido de que estaba predestinado. Desde mis años de estudiante había participado en diferentes obras teatrales como actor y posteriormente como director. Parecía que la concatenación de circunstancias me empujaba a la escritura, y así escribí La danza de la lluvia, que acabó ganando el Premio Internacional Casa de Teatro en 2001. A partir de ahí entré a formar parte de la AAT (Asociación de Autores de Teatro), en la que he podido colaborar con diferentes textos. En 2005 gané el Premio Fatex y después me volqué en la novela; lo cual no significa que haya abandonado mi interés hacia el teatro.
En una novela, un autor no tiene límite alguno para crear y desarrollar una historia –excepto su propia imaginación− uno puede crear sus personajes con las cualidades físicas que quiera, puede moverlo por todo el mundo y hacerle volar si quiere, incluso, crear un universo paralelo solo para él, a golpe de pluma. Sin embargo, en el Teatro hay un límite real que es el propio escenario ¿No supone esto una dificultad añadida o por el contrario, es todo un hándicap para un autor?
Este es uno de los temas más polémicos en teoría literaria. Mi parecer al respecto no es más que mi parecer, con lo cual aceptaría muchas otras opiniones que diferirían de la mía. Creo que cada género literario tiene su lenguaje y sus propios recursos para superar los límites. No me refiero solamente a las resoluciones que aporte un dramaturgo, también pienso en el director de escena, en la tramoya y otras técnicas (pantallas, efectos luminosos...), en el caso del teatro. Recordemos cómo solucionaban los clásicos algunas escenas complejas, por ejemplo una batalla: alguien oteaba el horizonte y narraba lo que iba sucediendo. Sí que evidenciamos diferencias entre los géneros, y en todos ellos dificultades para trasladar las intenciones de un autor, pero es ahí donde la habilidad debe suplir las dificultades. Dejando la parte más técnica, el teatro te ofrece, si tienes la posibilidad de estrenar, la misma palpitación del autor puesta en pie en esa forma de comunión con el público, y eso es algo que en la novela no se puede alcanzar. Además, si en todo género literario no debería haber ni una palabra de más ni de menos, es en el teatro donde más chirrían las palabras sobrantes, donde cada gesto, cada tono, cada movimiento, cada nota musical debe ajustarse con mayor precisión a la partitura de la palabra y del movimiento. Por otro lado, la novela, normalmente, frente al teatro 
aporta mayor complejidad en las perspectivas para contar una historia, pero sobre todo, aporta un elemento esencial, que es el que representa el narrador, con todas sus posibilidades, frente al teatro que, aunque este pudiera aparecer, no tiene la relevancia que sí tiene en la novela.
Dejamos el teatro de momento, pasión que tenemos en común y de la que no dejaría de hablar durante horas y horas. Tengo en mis manos Tiza, una novela difícil de catalogar −cosa que a mí eso me encanta− pues el lector lee la breve sinopsis que acompaña al libro y piensa ¡Una novela negra!, a algunos puede echar para atrás, a otros como yo, hacia adelante sin pensarlo. Pero el caso es que cuando empiezas a leer y vas avanzando en la historia, te das cuenta de que novela negra, sin más, clásica, ese concepto que todos tenemos en la cabeza de este tipo de novelas, pues que no se adapta a Tiza; Tiza es misterio, cierta intriga, mucha psicología, algo de sexo-romanticismo-relaciones de pareja-amor y desamor-humor-drama-comedia negra (eso sí) y de seguir así aún encontraría más matices para ella, pero dígame usted Eugenio ¿Cómo nació Tiza y como la clasificaría usted?

Tiza nació tras diferentes procesos de reflexión y de asimilación de mi actividad como profesor de instituto. Antes de haber escrito esta novela, escribí otra que todavía no se ha publicado. En esa primera novela me planteé si mi documentación había sido suficiente para levantar más de doscientas páginas y que la trama se sostuviera. Aun con las dudas que toda actividad genera, creí que había logrado mi objetivo. A raíz de esa reflexión fui madurando la opción de escribir una novela sobre lo que no fuera preciso documentarme. Me planteaba qué había en mi vida que pudiera ser interesante para los demás. Supongo que mi vida no es ni más ni menos interesante que la de cualquier ciudadano, con lo cual habría que echar mano de la imaginación sin dejar de asirme a lo que me permitiese la experiencia. Un día como tantos en los que me encontraba en el Departamento de Lengua y Literatura Españolas del instituto donde en aquel momento trabajaba, escuché involuntariamente (o creí escuchar, pues mis dudas me conducen a no saber si fue un recuerdo o un falso recuerdo que la memoria me cuela como si hubiese sido cierto) a una compañera que le contaba a otra que alguien (supuse un profesor) había ido a visitar a alguien (supuse un alumno o exalumno) a la cárcel. Aunque eso no era suficiente, sí me proporcionaba alas y me permitía pegar y confundir vivencias y mentiras hasta organizar cierto caos que ya había empezado a bullir. El resultado es esa novela que ha publicado Playa de Ákaba.
En cuanto a la clasificación de la novela nunca me lo cuestioné. La historia fluía libre y conducía a unos personajes y unas circunstancias hacia el desenlace que me había propuesto. En el intento por clasificarla, diría que no es una novela romántica, aunque haya amor y también el sucedáneo del amor. Tampoco es una novela de humor, aunque por momentos algunas páginas puedan esbozarnos más que una sonrisa. Si por novela negra entendemos sordidez y muerte, digamos que hay un asesinato y un avanzar en la historia para conocer al asesino, pero nunca se recrea la obra en el detritus social, no se esmera en golpear en el estómago del lector, no obstante, algún golpe sí que recibirá. Mi intención no fue otra que la de contar una historia que sucedía en un medio que me era conocido, y por supuesto, desmitificar al profesor entendido como personaje socialmente positivo y nada más; es decir, pretendía darle relieves al profesor para desmitificar un papel social unidireccional. No me interesaba el profesor dotado de varita mágica que fuese capaz de reconducir, indudablemente, a los alumnos que han errado el camino. Me interesaba crear a un personaje vivo, que trabajase como trabaja cualquier ciudadano, donde la responsabilidad y la necesidad fueran por delante de la vocación (siempre en el punto de mira para algunas profesiones). Quería asociar a la idea del profesor que todos tenemos el contrapunto de la imperfección socialmente hablando.

Los personajes de su novela son bastante atípicos, no hay ninguno de ellos, o más bien pocos, que cumplan a rajatabla con el rol que les marca su propio papel en la historia. El profesor, uno de los protagonistas, para empezar ni siquiera tiene nombre, no le interesa que se conozca de él más que lo justo y necesario para poder contar su historia desde el momento en que Héctor se cruza de nuevo en su vida; y Héctor, el alumno que ha acabado en la cárcel y necesita contar su propia historia. Aburrido y descontento el primero con su trabajo y su propia vida y un joven que encierra oscuras intenciones más allá de los motivos que le han llevado a estar preso. Dos joyas de la novela negra, para una novela de muchos colores ¿Cómo nacieron estos personajes, Eugenio, les dio forma poco a poco o ellos tomaron vida propia en algún momento?
Firmando ejemplares
Sí, estoy de acuerdo, no todos los personajes actúan como se espera que actúen, por lo menos en lo que respecta a los dos personajes principales. Además de los motivos apuntados en la respuesta anterior, busco que tanto los personajes, como en sí misma la historia, no nos suenen, que no la hayamos leído antes, que no se parezca a una de esas películas televisivas de sábado por la tarde rodadas para consumidores desmemoriados. A eso me refería cuando hablaba del profesor entendido como desmitificador respecto a personajes reconocidos. Ello no solo por una intención narrativa, también por respeto al lector.
Cierto: el profesor no tiene nombre. En la ficción de que el profesor es quien nos cuenta la historia, pues está narrada en la primera persona de un personaje interno, continuamente muestra las pocas expectativas hacia lo que nos cuenta. Se plantea si el esfuerzo de plasmar esos recuerdos sirve para algo. Es tan poco lo que espera de esas páginas y de sí mismo como redactor, que se hunde en el anonimato, creyendo que su nombre no aportará nada a lo que revive el recuerdo. A todo ello quisiera añadir algo anecdótico: en un primer borrador, aparecía un epílogo narrado por otro personaje que se lanzaba a hablar del profesor, y ahí sí que tenía nombre el protagonista, pero eso era al final, cuando el epílogo resituaba sucesos y personajes y la historia principal ya estaba contada. Antes de la publicación, mi editora Noemí Trujillo, me sugirió eliminar ese epílogo, lo cual fue un gran acierto, no solo por lo que aportaba la anonimia hacia ese personaje que quisiera ser invisible, sino, además, por dejar la historia truncada justo en ese momento.
Sobre Héctor, no hay que olvidar que se trata del antagonista. Él es quien le da el pie al protagonista para que este exponga sus interiores, es decir, para que sea quien es. Sin ánimo de caer en la pedantería, la tradición literaria nos ha dado numerosos ejemplos en los que la relación entre dos (o más) personajes consigue que ambos crezcan. La pareja más entrañable y quizá la más lograda, posiblemente sea la de Don Quijote y Sancho. Cuando Cervantes crea a Don Quijote y lo lanza por esos caminos de La Mancha, crea a un loco que agota su papel en los primeros entuertos; sin embargo, en las siguientes salidas, ya con Sancho, surge esa relación y lo que da de sí, sobre todo a través de los diálogos, lo que consigue que ambos se desarrollen y alcancen esas cotas tan elevadas. En suma, los dos se necesitan y se complementan.

En la novela hay bastantes personajes secundarios, pero ninguno de ellos aparece en la historia porque sí, todos van encajando en la misma dando forma y sentido a los acontecimientos, como pequeños ladrillos que van haciendo pilar para edificar la historia completa. A mí ha habido uno que me ha gustado especialmente, Joaquín Guirao, y no sabría encontrar una única razón para explicarle el porqué; es un personaje amoral, que no inmoral, pues parece no regirse por ninguna ética ni convencionalismo social, pero sin hacer daño a nadie, en todo caso a sí mismo y él es feliz con la vida que lleva, más aún desde que se siente “cicerone” del profesor, como un padre que pasa sus conocimientos a su hijo. Y es indudable que conocerle también marca al profesor, cuya vida hasta esos momentos era aburrida y no tenía mucho sentido su día a día. Háblenos de este personaje, Eugenio ¿Cómo nace, lo hizo como guía a lo Virgilio o todo lo contrario, como ese Yo demonio que en un momento aparece en el hombro izquierdo y que nos incita a pecar? (risas)
Joaquín Guirao es mi diablillo particular al que le tengo mucho más cariño del que le demuestro en la novela. Cuando el amor da sus cornadas, entienden los dos personajes (él y el profesor) que solo queda el camino oscuro y directo, el que proporciona un falso amor. La situación sentimental de abandono que ambos viven los lleva a gusanear en el mundo de la prostitución. Tal vez sea uno de esos momentos en los que el profesor, deja de ser un personaje positivo y se ensucia a la vez que se humaniza. Guirao es el conocedor de ese mundo y se lo muestra a su Dante. Pero lejos de limitarnos a una primera valoración, recordemos aquellas palabras de Guirao en las que se ve vencido por la evidencia y nos muestra su tremenda soledad. Dice:
«─¿Qué quiere que le diga, amigo mío? ─continuó Guirao─. A veces pienso que la única aspiración que nos queda no es otra que la de no darles demasiado asco a las putas.»
Guirao es un personaje fronterizo. Me he tenido que mesurar mucho para que no se me fuera más allá de la línea roja, debido a sus inclinaciones. Reconozco que le hubiera concedido más páginas, pero el miedo a caer en la sobreactuación me aconsejó detenerme quizá antes de tiempo.
Tiza, etiquetas aparte, es una novela de relaciones o de interrelaciones, pues nada pasa al azar y nada queda en el olvido, todos estamos relacionados entre nosotros y nuestras acciones, aunque olvidadas por nosotros, no lo son para el Destino, si me permite esta acepción. Cada uno de nosotros en algún momento dado, cruzamos nuestro camino con el de otros y nos convertimos en parte del mismo, de ese Destino que acabo de mencionar ¿Es posible, Eugenio, existir sin ser parte de los demás, sin que los actos y palabras de los demás nos afecten? ¿Sería eso existir o subsistir? Su novela me traía a la memoria mientras la leía, un fragmento de El Candor del Padre Brown, de Chesterton: Hay en la vida un elemento de coincidencia mágica, que la gente que calcula prosaicamente, puede perderse para siempre…
La imagen a la que te refieres me parece muy relevante. Si dejáramos a modo de estela un hilo que se anudase a la presilla del pantalón, podríamos reseguir ese entramado en el que vamos urdiendo nuestras vidas. Precisamos de los demás, lo cual quiere decir que es imprescindible e inevitable cruzar los caminos. No sé si esos cruces representan momentos mágicos, pero a veces se identifican con trenes que no se nos pueden escapar o con trenes que nos arrollan. En Tiza, como en la vida, las palabras pueden condicionar nuestros actos. No es preciso grabarlas en el mármol ni crear momentos enfáticos, las palabras, de por sí, pueden venir afiladas o con carga de profundidad. Tal vez existir y subsistir, desde un punto de vista existencial, sean sinónimos.
Ya hemos hablado del Teatro en su vida y obra, y tengo que decirle que yo veo Tiza como una obra muy visual, con actos claros en su desarrollo, claro que esto es algo muy subjetivo, pero también hay poesía, y de nuevo en mi mente se unen ambos conceptos, teatro y poesía, y no puedo evitar ver una obra de teatro frente a mí ¿Hay un poeta entre el dramaturgo y el escritor de novelas? ¿Es condición sine qua non que los tres términos vayan unidos o al menos se complementen?
Estoy de acuerdo en lo de la obra de teatro. Dice mi editora que ella ve una película, a mí me encantaría. Entiendo que ese parecer se debe, básicamente, a los diálogos. Supongo que en el fondo (teatro, poesía o novela) existe un parentesco o unos denominadores comunes, a pesar de las diferencias de lenguajes y de recursos de cada uno. Yo no me considero poeta. Considero que la poesía y yo de momento nos miramos, pero ninguno se atreve a romper el hielo. Tal vez el concepto de poeta deba abrirse y no limitarse a quien escribe versos, si es así, podría decirse que los tres términos (géneros), como tú preguntas, deben de ir unidos.
Como profesor, Eugenio ¿Cómo ve a la juventud en estos momentos? ¿Hay en verdad una generación perdida o tan solo está aturdida? ¿Hay esperanza en las nuevas generaciones?
Ella es la única esperanza. No podemos generalizar en este tema, como casi en ninguno. He tenido alumnos que me han enseñado muchísimo. Sé que decir eso es un tópico, pero no deja de ser cierto. Se dice también, y lo corroboro, que tenemos la juventud mejor formada que ha habido nunca. Cada época tiene unas tendencias y unos intereses, y no podemos imponer los intereses de hace veinte años a los del presente. Sí que existen unos pilares comunes en diferentes períodos (o en todos los períodos), pero la juventud de todas la épocas ha tratado de dinamitarlos, porque es intrínseco al proceder del joven. Entre ninis y desencantados (todos ellos nos llevarían a muchas opiniones), emerge un grupo con muchísimo potencial, esperemos que la sociedad esté a su altura.
Algunos de los autores de Playa de Ákaba


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